Me senté en el porche con la pizza fría en la mano. No me suele gustar la comida fría pero sin embargo la pizza fría en ocasiones me sabe a gloria en el cielo. Alce la vista hacía una de esas noches cautivadoras, la luna llena, las nubes cabalgando detrás de las montañas asomándose como una caballería. Pero lo que más me gustaba observar era las estrellas, esa noche mi vista se quedó clavada en una en especial. Que parpadeaba con ímpetu. La miré durante un buen rato. Se moría, y antes de desaparecer del firmamento y ser un trozo de asteroide, llamaba la atención dando un increíble espectáculo y eclipsando cualquier estrella de su al redor por más grande y brillante que fuera.
Eso me hizo recordar inconscientemente a como muere una mariposa. Su último aliento es un último aleteo muy brusco para luego dar paso a la calma. A la más profunda y eterna de las calmas. No era tan diferente a lo que la estrella estaba llevando a cabo. Me acabé la pizza y entre en casa.
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